1. No quiero ser presidente de una República de asesinos.
2. Si los españoles habláramos sólo y exclusivamente de lo que sabemos, se produciría un gran silencio que nos permitiría pensar.
3. La guerra está perdida; pero si por milagro la ganáramos, en el primer barco que saliera de España tendríamos que salir los republicanos, si nos dejaban.
4. Os permito, tolero, admito, que no os importe la República, pero no que no os importe España. El sentido de la Patria no es un mito.
5. Y si esas gentes van a descuartizar a España, prefiero a Franco. Con Franco ya nos entenderíamos nosotros, o nuestros hijos, o quien fuere, pero estos hombres son inaguantables. Acabarían por dar la razón a Franco atribuyéndoselo a Negrín.
6. No me importa que un político no sepa hablar, lo que me preocupa es que no sepa de lo que habla.
7. Yo no sé si soy un estadista. Lo que es cierto es que, de la política, lo que me interesa es mandar.
8. Ni todos los conventos de Madrid valen la vida de un republicano.
9. En España la mejor manera de guardar un secreto es escribir un libro.
10. La libertad no hace ni más ni menos felices a los hombres; los hace, sencillamente, hombres.
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MANUEL AZAÑA: DISCURSO DE LA PAZ, PIEDAD Y PERDÓN.
Este fenómeno profundo, que se da en todas las guerras, me impide a mí hablar del porvenir de España en el orden político y en el orden moral, porque es un profundo misterio, en este país de las sorpresas y de las reacciones inesperadas, lo que podrá resultar el día en que los españoles, en paz, se pongan a considerar lo que han hecho durante la guerra. Yo creo que si de esta acumulación de males ha de salir el mejor bien posible, será con este espíritu, y desventurado el que no lo entienda así.
No tengo el optimismo de un Pangloss ni voy a aplicar a este drama español la simplísima doctrina del adagio de que “no hay mal que por bien no venga”.
No es verdad. Pero es obligación moral, sobre todo de los que padecen la guerra, cuando se acabe como nosotros queremos que se acabe, sacar de la lección y de la musa del escarmiento el mayor bien posible, y cuando la antorcha pase a otras manos, a otros hombres, a otras generaciones, que les hierva la sangre iracunda y otra vez el genio español vuelva a enfurecerse con la intolerancia y con el odio y con el apetito de destrucción, que piensen en los muertos y que escuchen su lección: la de esos hombres que han caído magníficamente por una ideal grandioso y que ahora, abrigados en la tierra materna, ya no tienen odio, ya no tienen rencor, y nos envían, con los destellos de su luz, tranquila y remota como la de una estrella, el mensaje de la patria eterna que dice a todos sus hijos: Paz, piedad, perdón.
Manuel Azaña. 18 de julio de 1938.
CLASIFICACIÓN
Texto histórico fuente primaria de contenido político, corresponde al discurso del Presidente de la República Manuel Azaña, el 18 de julio de 1938, segundo aniversario del golpe militar que da lugar a la guerra civil, desde el Ayuntamiento de Barcelona. Fue el último discurso que dio en su vida, es por tanto un texto de naturaleza política y destinatario público.
CONTEXTO HISTÓRICO.
La situación de la Guerra Civil estaba muy a favor de las tropas nacionales que habían llegado al Mediterráneo y habían partido en dos a la zona republicana, aislando Cataluña del resto del territorio gubernamental (El Centro y el Levante peninsular). El objetivo en aquel momento de Franco era tomar Valencia para así aislar a Madrid de la costa levantina. En el bando republicano estaban muy tensas las relaciones entre los socialistas y los comunistas, sobre todo por la inclinación del gobierno de Negrín hacia los comunistas. También se había producido el año anterior enfrentamientos entre comunistas por un lado y anarquistas (CNTFAI) y troskistas (POUM) que se saldaron con un mayor control de los comunistas tanto del gobierno de Negrín, como del Ejército de la República.
Unos días después de este discurso el 25 de julio de 1938 se iniciará la “batalla del Ebro” con una ofensiva republicana que tenía por objeto intentar una victoria militar poniendo todos los recursos militares de la República al objeto de romper el frente aragonés y aliviar la presión sobre Valencia y Madrid. Todavía los generales republicanos y el presidente Negrín creían posible una batalla definitiva que diera el vuelco a la guerra y permitirá negociaciones de paz.
La postura de Azaña desde el inicio de la guerra era pesimista respecto al triunfo de la República, sobre todo si no se conseguía que Francia y Reino Unido exigieran el cumplimiento del Pacto de No-intervención a Italia y Alemania y se retiraran los combatientes extranjeros: Brigadas Internacionales, CTV italiana y la Legión Cóndor. Azaña intentará en diversas ocasiones que se buscasen apoyos internacionales para un armisticio que se basaba en la salida de las tropas extranjeras, en el cese de las hostilidades y en la búsqueda de una paz sin vencedores ni vencidos en la que el pueblo español (todo) pudiera decidir en un plebiscito sobre su futuro. Estos intentos fueron rechazados por el gobierno republicano tanto de Largo Caballero como después de Negrín, porque suponía reconocer la legitimidad del bando rebelde. Franco igualmente rechazó estos intentos porque no concebía una paz sin vencedores ni vencidos, hasta finales de 1938 ambos bandos se veían capaces de obtener la victoria por las armas.
Azaña acabó convencido de que era necesario resistir no para ganar la guerra, sino para no perderla confiando que la salvación de la República estaba en la mediación internacional. Negrín se esforzaba en resistir anulando todo espíritu “capitulacionista” dentro del gobierno considerando que la población española no toleraría una rendición ante los rebeldes. Se mostraban pues las diferencias de criterio entre el Presidente de la República y el Presidente del Consejo de Ministros. Pese a estas diferencias Azaña da este discurso que respalda la postura de los 13 puntos de Negrín de mayo de 1937; la postura oficial será. “Resistir es vencer” para preparar la ofensiva que el general Vicente Rojo ya está preparando para finales de julio: “la batalla del Ebro”. Azaña se ha planteado forzar una crisis de gobierno y apartar de él a Negrín, mientras que el propio Negrín y el Estado Mayor del Ejército creen todavía posible una victoria brillante que fuerce a la intervención de Francia y Reino Unido.
El 30 de septiembre de 1938 se va a firmar el Pacto de Munich entre Reino Unido, Francia, Italia y Alemania, en el que las potencias democráticas ceden ante el expansionismo nazi sobre la región de los sudetes en Checoslovaquia, lo que es considerado como un varapalo para los deseos de mediación de la República. Franco no es partidario de un armisticio ni honroso ni humanitario sino de la rendición incondicional.
IDEAS
Posiblemente en su emotivo discurso Azaña no está pensando en la República como el ideal político y el sistema político que ayudo a configurar desde 1931, sino más bien piensa en él como un “ideal patriótico” hace referencias a la tierra materna y a la patria que no reconoce a españoles enfrentados en uno u otro bando, sino españoles. No utiliza argumentos políticos sino apela a la conmoción moral del sufrimiento y la pérdida. Al patriotismo recurrirá tanto Azaña como Negrín no como forma de exaltación patriotera sino como una oferta de concordia después de la guerra.