John Locke (1632–1704) fue un filósofo inglés considerado el padre del liberalismo moderno. Vivió en el contexto de la Revolución Gloriosa inglesa y su pensamiento sentó las bases teóricas del Estado constitucional. En su obra Dos tratados sobre el gobierno civil, Locke defendió que todos los hombres nacen con derechos naturales e inalienables: la vida, la libertad y la propiedad. Según él, el Estado sólo existe para proteger esos derechos, y si los viola, los ciudadanos tienen el derecho de rebelarse. Su idea del contrato social difería de la de Hobbes, pues para Locke el poder político debía ser limitado y dividido para evitar el despotismo. También defendió la tolerancia religiosa y la libertad de pensamiento, principios que influirían en las revoluciones americana y francesa.
Adam Smith (1723–1790) fue un economista y filósofo escocés, considerado el fundador de la economía liberal. En su obra La riqueza de las naciones formuló la idea de que el libre mercado, guiado por la “mano invisible”, produce el mayor bienestar colectivo cuando los individuos persiguen su propio interés. Creía que el Estado debía intervenir lo menos posible en la economía, limitándose a garantizar la seguridad, la justicia y las infraestructuras básicas. Su pensamiento dio origen al capitalismo moderno y al liberalismo económico, basado en la competencia, la propiedad privada y la libertad de comercio.
Montesquieu (1689–1755) fue un filósofo y jurista francés del siglo XVIII. En El espíritu de las leyes expuso su teoría de la separación de poderes, que se convirtió en uno de los pilares fundamentales del liberalismo político. Según él, para evitar el abuso de poder, el gobierno debía dividirse en tres ramas: legislativa, ejecutiva y judicial. Su pensamiento inspiró la Constitución de los Estados Unidos y las democracias modernas. Creía que las leyes debían adaptarse al carácter y las costumbres de cada sociedad, pero siempre con el objetivo de preservar la libertad.
Voltaire (1694–1778) fue uno de los más célebres filósofos de la Ilustración francesa. Defendió la libertad de expresión, de religión y de pensamiento, y combatió con ironía la intolerancia y el fanatismo de su época. Su célebre frase “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo” resume el espíritu del liberalismo ilustrado. Voltaire creía en una monarquía ilustrada que garantizara las libertades civiles y los derechos individuales frente al poder de la Iglesia y del absolutismo.
John Stuart Mill (1806–1873) fue un filósofo y economista inglés que dio al liberalismo un carácter más social y moderno. En su obra Sobre la libertad, defendió el principio de que la única razón legítima para que el Estado limite la libertad de un individuo es evitar el daño a los demás. Mill fue también un defensor de los derechos de las mujeres y de la educación universal. Creía que la libertad de pensamiento y de expresión eran esenciales para el progreso moral e intelectual de la humanidad. En economía, apoyó el libre mercado, pero consideraba necesaria cierta intervención del Estado para corregir desigualdades.
Benjamin Constant (1767–1830) fue un pensador y político francés que distinguió entre la libertad de los antiguos y la libertad de los modernos. La primera consistía en la participación directa en la vida política, mientras que la segunda se basaba en la independencia individual y en la protección frente al poder del Estado. Constant defendía una monarquía constitucional, la libertad de prensa y la limitación del poder. Fue una figura central del liberalismo político durante la Restauración francesa.
Alexis de Tocqueville (1805–1859) fue un político y sociólogo francés conocido por su obra La democracia en América. Analizó el sistema político de Estados Unidos y concluyó que la igualdad social era la fuerza dominante del mundo moderno. Aunque admiraba la democracia, advertía del peligro del “despotismo de la mayoría”, que podía suprimir las libertades individuales. Su pensamiento representa un liberalismo equilibrado, que defiende tanto la libertad individual como la necesidad de instituciones que limiten el poder del Estado y de la opinión pública.
David Ricardo (1772–1823) fue un economista inglés que desarrolló la teoría del valor-trabajo y la de las ventajas comparativas. Defendía el libre comercio entre naciones, argumentando que cada país debía especializarse en los bienes que produce con mayor eficiencia. Su pensamiento consolidó las bases del liberalismo económico clásico y la idea de que la intervención estatal distorsiona el equilibrio natural del mercado.
Ludwig von Mises (1881–1973) fue un economista austríaco, representante del liberalismo clásico en el siglo XX. Defendió el libre mercado y la propiedad privada como fundamentos de la prosperidad y la libertad individual. En su obra La acción humana explicó que toda actividad económica es una forma racional de acción individual. Criticó duramente el socialismo, al que consideraba económicamente inviable por la falta de precios libres.
Friedrich Hayek (1899–1992) fue uno de los principales teóricos del neoliberalismo. En su obra Camino de servidumbre advirtió que la planificación económica centralizada conduce inevitablemente al totalitarismo. Defendía que la libertad individual y la economía de mercado son inseparables, y que el conocimiento social está disperso entre millones de personas, por lo que ningún gobierno puede planificar la economía con éxito. Recibió el Premio Nobel de Economía en 1974.
John Maynard Keynes (1883–1946) representó una evolución del pensamiento liberal clásico hacia el liberalismo social. Durante la Gran Depresión de los años treinta, propuso que el Estado debía intervenir en la economía para evitar el desempleo y las crisis, mediante políticas fiscales y monetarias activas. En su obra Teoría general del empleo, el interés y el dinero, sostuvo que el mercado no siempre se autorregula y que la intervención pública puede asegurar el bienestar sin suprimir la libertad económica. Su pensamiento inspiró las políticas del Estado del bienestar en el siglo XX.
Edmund Burke (1729–1797) fue un político y filósofo irlandés considerado el padre del pensamiento conservador moderno. Vivió la época de la Revolución Francesa, a la que criticó duramente en su obra Reflexiones sobre la Revolución en Francia. Para Burke, la libertad debía estar moderada por la tradición, la religión y las instituciones heredadas. Pensaba que el cambio debía ser lento y prudente, no impulsado por la pasión o la ideología. Creía que la sociedad era un organismo vivo, formado por generaciones pasadas, presentes y futuras, y que destruir sus fundamentos en nombre de la razón pura era un acto de barbarie. Su pensamiento inspiró el conservadurismo liberal británico del siglo XIX y las ideas modernas sobre el equilibrio entre libertad y orden.
Joseph de Maistre (1753–1821) fue un pensador saboyano y uno de los principales teóricos del tradicionalismo católico. Vivió las consecuencias de la Revolución Francesa y vio en ella el resultado de haber abandonado la autoridad divina y la tradición. Defendía la monarquía absoluta y la Iglesia como pilares del orden social. Creía que las instituciones humanas solo podían sostenerse si se reconocía un fundamento sagrado. En sus Consideraciones sobre Francia sostuvo que la revolución era un castigo divino por los pecados del racionalismo ilustrado. Su pensamiento influyó profundamente en el conservadurismo religioso europeo.
Louis de Bonald (1754–1840) fue un filósofo y político francés, contemporáneo de Maistre, que defendió la idea de que la sociedad se funda en la autoridad del padre, la tradición y la religión. Consideraba que la razón individual no podía sustituir a las instituciones naturales, como la familia y la Iglesia. Para él, la palabra y el lenguaje eran dones divinos que unían a los hombres en una comunidad moral. Su pensamiento fortaleció el catolicismo político del siglo XIX y fue una base importante del conservadurismo monárquico.
Alexis de Tocqueville (1805–1859), aunque liberal, también es fundamental para el pensamiento conservador moderado. En La democracia en América advirtió sobre los riesgos de la igualdad sin límites y del poder excesivo del Estado, al que llamó “despotismo suave”. Para Tocqueville, la libertad debía estar acompañada de responsabilidad y virtud cívica. Su visión de una democracia equilibrada entre libertad y orden influyó tanto en liberales como en conservadores.
Benjamin Disraeli (1804–1881) fue un político británico y dos veces primer ministro del Reino Unido. Representó el conservadurismo pragmático conocido como toryismo. Defendía el fortalecimiento del Imperio Británico, la unidad nacional y la mejora social de las clases trabajadoras dentro de un orden jerárquico. Su idea de la “nación una” inspiró un conservadurismo que buscaba armonizar el progreso con la tradición.
Antonio Cánovas del Castillo (1828–1897) fue un político e historiador español que organizó la Restauración borbónica en España. Creía en la monarquía constitucional como garante del orden social y en la alternancia pacífica entre partidos como forma de estabilidad política. Su pensamiento refleja el conservadurismo liberal español del siglo XIX, que intentaba combinar modernización con respeto a la tradición y la religión.
José Ortega y Gasset (1883–1955) fue un filósofo español que, aunque liberal, aportó ideas que influyeron en el pensamiento conservador europeo del siglo XX. En obras como La rebelión de las masas expresó su preocupación por el dominio de las mayorías mediocres y la pérdida de liderazgo de las élites culturales. Defendía la necesidad de una minoría ilustrada que guiara el destino histórico de las naciones, dentro de un marco de libertad racional y responsabilidad moral.
Roger Scruton (1944–2020) fue un filósofo británico contemporáneo que revitalizó el conservadurismo cultural. Defendió la importancia de la belleza, la tradición y la pertenencia nacional frente al relativismo y el individualismo extremo. Creía que la conservación del patrimonio cultural y moral es esencial para mantener la libertad y la identidad. Su obra Cómo ser conservador resume la defensa de la continuidad frente a la ruptura.
Graco Babeuf (1760–1797) fue un revolucionario francés y uno de los primeros en defender una forma primitiva de comunismo. Participó en la Revolución Francesa y fue el líder de la llamada Conspiración de los Iguales en 1796, cuyo objetivo era establecer una sociedad completamente igualitaria. Babeuf sostenía que todos los bienes debían ser comunes y que la propiedad privada era la causa de la desigualdad y la corrupción. Creía que la Revolución Francesa había fracasado al no cumplir la promesa de igualdad real entre los ciudadanos. Fue ejecutado por sus ideas, pero su pensamiento influyó en los primeros socialistas del siglo XIX, quienes lo consideraron un precursor del comunismo moderno.
Claude Henri de Saint-Simon (1760–1825) fue un aristócrata francés que se convirtió en uno de los primeros pensadores del socialismo utópico. Tras vivir la Revolución Francesa, propuso una sociedad organizada racionalmente, dirigida por científicos, industriales y técnicos, en la que el trabajo productivo fuera el valor central. Creía que la industria debía servir al bienestar común y no a la ganancia privada. Su visión no era revolucionaria, sino reformista y tecnocrática: confiaba en el progreso científico y moral de la humanidad. Saint-Simon fue uno de los primeros en usar la palabra “socialismo” y en plantear una economía planificada, donde la cooperación sustituyera a la competencia.
Louis Blanc (1811–1882) fue un político y teórico francés del socialismo democrático. Propuso que el Estado debía garantizar el derecho al trabajo y fundar talleres sociales, fábricas cooperativas donde los obreros pudieran producir sin intermediarios ni patrones. Creía que el Estado debía ser un instrumento para promover la justicia social, no un enemigo del pueblo. Defendía la educación universal y la igualdad de oportunidades como pilares de la libertad. Su lema “De cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades” inspiró a Karl Marx años después. Blanc formó parte del gobierno provisional durante la Revolución Francesa de 1848, donde intentó aplicar sus ideas, aunque sin éxito.
Auguste Blanqui (1805–1881) fue un revolucionario francés que defendió la acción directa y la conspiración armada como medios para alcanzar la igualdad social. A diferencia de otros socialistas utópicos, no creía en una transformación pacífica o gradual de la sociedad. Blanqui sostenía que una minoría de revolucionarios bien organizados debía tomar el poder por la fuerza, instaurar una dictadura temporal del pueblo y reorganizar la sociedad en favor de los trabajadores. Pasó gran parte de su vida en prisión por su militancia política. Aunque sus ideas no se basaban en un análisis económico, su concepción de la insurrección influenció a movimientos revolucionarios posteriores y a ciertos sectores del marxismo.
Karl Marx (1818–1883) fue un filósofo, economista y político alemán, considerado el fundador del socialismo científico. Junto con Friedrich Engels escribió El Manifiesto del Partido Comunista en 1848 y la monumental obra El Capital en 1867. Marx analizó el capitalismo como un sistema basado en la explotación del trabajador por el propietario de los medios de producción. Planteó que la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases, y que el proletariado debía organizarse para derrocar al capitalismo y construir una sociedad sin clases ni propiedad privada. Su pensamiento unió la economía, la política y la filosofía en una visión total de la sociedad, y dio origen al marxismo, base teórica del comunismo y del socialismo moderno.
Friedrich Engels (1820–1895) fue un filósofo, economista y colaborador de Marx. Financió la publicación de El Capital y escribió junto a él El Manifiesto del Partido Comunista. Engels desarrolló su propia obra teórica en textos como El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado y Anti-Dühring, donde aplicó el materialismo histórico a la evolución social. Consideraba que las condiciones materiales determinan las ideas y las instituciones humanas, y que la desigualdad social sólo puede eliminarse aboliendo la propiedad privada. Tras la muerte de Marx, Engels continuó difundiendo el marxismo y editó los tomos restantes de El Capital.
Karl Kautsky (1854–1938) fue un teórico socialista austro-alemán y una de las figuras más influyentes de la Segunda Internacional Socialista. Defendía una interpretación ortodoxa del marxismo, pero creía que la transición al socialismo debía realizarse por medios democráticos y parlamentarios. Se oponía al uso de la violencia revolucionaria, argumentando que el desarrollo del capitalismo y el crecimiento del movimiento obrero llevarían inevitablemente a una victoria electoral del socialismo. Tras la Revolución Rusa, criticó duramente el régimen bolchevique de Lenin, al que acusó de destruir la democracia.
Eduard Bernstein (1850–1932) fue un pensador y político alemán considerado el padre del revisionismo dentro del marxismo. En su obra Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia (1899), afirmó que las predicciones de Marx sobre el colapso del capitalismo no se estaban cumpliendo y que la sociedad podía transformarse gradualmente mediante reformas sociales. Defendió la democracia, los sindicatos y el parlamentarismo como instrumentos del progreso socialista. Su frase más famosa fue “El movimiento lo es todo; el fin no es nada”, subrayando la importancia de las mejoras constantes en lugar de una revolución total.
Rosa Luxemburgo (1871–1919) fue una revolucionaria marxista de origen polaco y una de las teóricas más brillantes del socialismo del siglo XX. Se opuso tanto al reformismo de Bernstein como al autoritarismo de Lenin. Defendió la idea de que la verdadera revolución debía surgir de la acción espontánea de las masas trabajadoras y no de una minoría dirigente. En su obra Reforma o revolución argumentó que las reformas eran útiles, pero que sin una transformación radical del sistema capitalista no habría verdadera libertad. Participó en la Revolución Espartaquista de 1919 en Alemania, donde fue asesinada.
Vladimir Ilich Lenin (1870–1924) fue el principal dirigente de la Revolución Rusa de 1917 y creador del leninismo, una adaptación del marxismo a las condiciones del imperio ruso. Lenin sostenía que la clase obrera necesitaba un partido de vanguardia, altamente disciplinado, que dirigiera la revolución y tomara el poder del Estado. Una vez en el poder, el partido debía establecer la dictadura del proletariado para eliminar las clases sociales. Bajo su liderazgo, los bolcheviques fundaron el primer Estado socialista del mundo, la Unión Soviética. Su pensamiento tuvo una influencia inmensa en los movimientos comunistas del siglo XX.
Antonio Gramsci (1891–1937) fue un pensador y político italiano, cofundador del Partido Comunista Italiano. Desde la cárcel escribió los Cuadernos de la cárcel, donde desarrolló el concepto de hegemonía cultural. Según Gramsci, las clases dominantes no se mantienen en el poder sólo mediante la fuerza, sino también mediante el control de la cultura, las ideas y los valores sociales. Por ello, los trabajadores debían construir una nueva cultura que contrarrestara la ideología dominante. Su visión humanista del marxismo influyó profundamente en la teoría política y en los movimientos sociales del siglo XX.
Mao Zedong (1893–1976) fue el líder de la Revolución China y fundador de la República Popular China en 1949. Adaptó el marxismo-leninismo a la realidad de un país agrario, otorgando al campesinado un papel central en la revolución. Propuso una estrategia de guerra popular prolongada y promovió una economía autárquica basada en las comunas rurales. Durante su gobierno impulsó políticas radicales como el Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural, que buscaban eliminar las desigualdades pero también causaron graves consecuencias sociales. Su pensamiento, conocido como maoísmo, se convirtió en una de las principales corrientes del comunismo en Asia, África y América Latina.
Ernesto Che Guevara (1928–1967) fue un revolucionario argentino-cubano, médico y teórico del marxismo. Participó en la Revolución Cubana junto a Fidel Castro y posteriormente promovió la lucha armada en otros países de América Latina y África. En sus escritos, como El socialismo y el hombre en Cuba, defendió la idea del “hombre nuevo”, guiado por la conciencia moral y no por el interés material. Propuso el trabajo voluntario como forma de educación socialista y criticó duramente el capitalismo por su deshumanización. Murió en Bolivia intentando fomentar una revolución continental.
Salvador Allende (1908–1973) fue un político chileno y el primer presidente socialista elegido democráticamente en el mundo. Su gobierno, iniciado en 1970, buscó construir el socialismo a través de la vía democrática, mediante nacionalizaciones, reforma agraria y ampliación de los derechos sociales. Defendía un socialismo con libertad, donde la transformación social se hiciera respetando las instituciones democráticas. Su proyecto fue interrumpido por el golpe militar de Augusto Pinochet en 1973, durante el cual Allende murió defendiendo su gobierno.
Olof Palme (1927–1986) fue un político sueco y uno de los principales representantes de la socialdemocracia escandinava. Como primer ministro, impulsó un modelo de sociedad basado en el Estado de bienestar, la igualdad de género, la educación pública y los servicios sociales universales. Defendía un socialismo humanista compatible con la democracia liberal y fue un firme opositor al imperialismo y la guerra.
Willy Brandt (1913–1992) fue canciller de Alemania Occidental y líder del Partido Socialdemócrata Alemán. Promovió la llamada Ostpolitik, una política de reconciliación con los países comunistas de Europa del Este durante la Guerra Fría. Defendía la justicia social, los derechos humanos y una economía social de mercado. Recibió el Premio Nobel de la Paz en 1971 por su labor diplomática.
Anthony Giddens (1938– ) es un sociólogo británico contemporáneo y creador de la llamada Tercera Vía, una propuesta para renovar la socialdemocracia en el contexto de la globalización. Plantea un equilibrio entre el mercado y la intervención del Estado, defendiendo tanto la eficiencia económica como la equidad social. Su pensamiento influyó en las políticas del primer ministro Tony Blair y en otros gobiernos progresistas de finales del siglo XX.
Noam Chomsky (1928– ) es un lingüista, filósofo y activista político estadounidense. Crítico implacable del capitalismo, del imperialismo y del poder corporativo, defiende un socialismo libertario basado en la autogestión, la cooperación y la democracia directa. Su pensamiento se acerca al anarquismo, pero con una fuerte base humanista. Ha escrito extensamente sobre política, medios de comunicación y manipulación ideológica, denunciando las estructuras de poder que impiden la libertad real de los pueblos.
Karl Marx (1818–1883) y Friedrich Engels (1820–1895), ya explicados en la parte socialista, son también los fundadores del comunismo científico. Su teoría buscaba no solo analizar el capitalismo, sino transformarlo a través de la revolución proletaria y la abolición de la propiedad privada.
Vladimir Lenin (1870–1924) adaptó las ideas de Marx a la realidad rusa. Defendía que el proletariado necesitaba una vanguardia política —el partido comunista— para organizar la revolución y establecer la dictadura del proletariado. Bajo su liderazgo, la Revolución de Octubre de 1917 creó el primer Estado comunista del mundo.
Joseph Stalin (1878–1953) desarrolló el marxismo-leninismo en una dirección autoritaria y centralizada. Impulsó la industrialización forzada y la colectivización del campo en la Unión Soviética, estableciendo un régimen totalitario. Su interpretación del comunismo se basó en el control absoluto del Estado, el partido único y la represión de la disidencia.
Leon Trotsky (1879–1940) fue uno de los principales dirigentes de la Revolución Rusa. Defendía la teoría de la “revolución permanente”, según la cual la lucha socialista debía extenderse internacionalmente para triunfar. Se opuso al autoritarismo de Stalin y fue asesinado en el exilio. Su pensamiento inspiró el trotskismo, corriente comunista crítica del estalinismo.
Mao Zedong (1893–1976) aplicó el comunismo en China, adaptándolo a una sociedad campesina. Defendía la guerra popular prolongada, la autosuficiencia económica y la transformación cultural. Su versión del comunismo, el maoísmo, se difundió en Asia, África y América Latina como modelo de lucha revolucionaria antiimperialista.
Antonio Gramsci (1891–1937) también pertenece al pensamiento comunista, destacando por su concepto de hegemonía cultural: el poder no se mantiene solo con la fuerza, sino controlando las ideas y los valores de la sociedad. Propuso conquistar la conciencia popular mediante educación y cultura, antes de la toma del poder político.
Jean-Jacques Rousseau fue un filósofo ilustrado y uno de los grandes precursores del pensamiento anarquista. Aunque no fue anarquista, sus ideas sobre la libertad natural del ser humano y la crítica a la autoridad política influyeron en los teóricos posteriores. En su obra El contrato social sostuvo que la soberanía reside en el pueblo y que las instituciones corrompen la bondad original del ser humano.
Pierre-Joseph Proudhon es considerado el primer anarquista moderno. Criticó la propiedad privada con su famosa frase “La propiedad es un robo”. Propuso el mutualismo, un sistema basado en asociaciones de trabajadores que cooperan libremente sin necesidad del Estado. Defendía la autogestión, el crédito popular y el intercambio justo.
Max Stirner fue un filósofo alemán que desarrolló el anarquismo individualista. En su obra El único y su propiedad defendió que el individuo está por encima de cualquier institución, norma o moral colectiva. Sostenía que la libertad verdadera consiste en actuar según la propia voluntad, sin someterse a autoridades externas.
Alexander Herzen fue un pensador ruso precursor del anarquismo en su país. Rechazó tanto el autoritarismo del zarismo como el del marxismo. Creía en una revolución campesina descentralizada, donde las comunidades rurales se organizaran libremente sin un Estado central.
Mijaíl Bakunin es una de las figuras más importantes del anarquismo clásico. Fundó el anarquismo colectivista y se enfrentó a Karl Marx en la Primera Internacional Obrera. Defendía la abolición total del Estado y de toda autoridad jerárquica, apostando por una organización social basada en federaciones de trabajadores libres. Creía en la acción revolucionaria y en el cambio desde abajo hacia arriba.
Piotr Kropotkin fue un científico y teórico ruso del anarquismo comunista. En su obra La ayuda mutua demostró que la cooperación, y no la competencia, es la base de la evolución. Defendió una sociedad sin Estado ni propiedad privada, organizada en comunidades cooperativas donde las personas se ayudaran mutuamente. Su pensamiento unió el anarquismo con la ciencia y la ecología.
Errico Malatesta fue un anarquista italiano que combinó la teoría revolucionaria con la práctica social. Creía en la acción directa de los trabajadores y en la revolución popular, pero también valoraba la organización y la flexibilidad política. Fue uno de los principales promotores del anarquismo en el movimiento obrero europeo.
Élisée Reclus fue un geógrafo francés que unió el anarquismo con el pensamiento ecológico. Defendía la armonía entre el ser humano y la naturaleza y una vida en equilibrio con el entorno. Fue uno de los primeros en plantear ideas relacionadas con el decrecimiento y la sostenibilidad ambiental.
Francisco Ferrer Guardia fue un pedagogo español que fundó la Escuela Moderna. Promovió una educación laica, racionalista y libre, como medio para liberar al ser humano de la ignorancia y la autoridad. Fue ejecutado injustamente por el Estado español, convirtiéndose en un símbolo del anarquismo educativo.
Ricardo Mella fue un pensador español que desarrolló un anarquismo racional y antidogmático. Defendía la autonomía individual y colectiva, así como la cooperación libre entre las personas. Fue uno de los principales difusores del pensamiento libertario en España.
Federica Montseny fue una destacada anarquista y feminista española. Durante la Segunda República fue ministra de Sanidad, siendo la primera mujer ministra de Europa occidental. Defendió la emancipación femenina, la educación y la libertad moral dentro del ideal anarquista.
Diego Abad de Santillán fue un teórico anarquista argentino-español. Defendió el anarcosindicalismo, es decir, la idea de que los sindicatos son los instrumentos para lograr la revolución social y la autogestión económica. Participó activamente en la Revolución Española de 1936.
Emma Goldman fue una de las figuras más influyentes del anarquismo en Estados Unidos. Luchó por la libertad individual, los derechos de las mujeres, el amor libre y la educación sexual. Criticó el Estado, el capitalismo y las instituciones religiosas. Fue una gran oradora y defensora del pensamiento libertario y feminista.
Alexander Berkman fue compañero y colaborador de Emma Goldman. Participó en acciones revolucionarias y escribió La cárcel: memorias de un anarquista, donde narró su experiencia como preso político. Defendió la acción directa organizada y la solidaridad entre los trabajadores.
Rudolf Rocker fue un teórico del anarcosindicalismo. En su obra Nacionalismo y cultura criticó el autoritarismo político y defendió la organización obrera autónoma como medio para alcanzar la libertad. Creía que los sindicatos debían ser la base de una nueva sociedad autogestionada.
Murray Bookchin fue el fundador del ecologismo social y del municipalismo libertario. Propuso crear comunas autogestionadas y ecológicas donde las decisiones se tomaran mediante democracia directa. Unió el anarquismo con la ecología y la sostenibilidad. Sus ideas influyeron en movimientos sociales contemporáneos.
John Zerzan es el principal representante del anarcoprimitivismo. Critica la civilización moderna, la tecnología y la agricultura, considerándolas causas de la dominación y la desigualdad. Propone regresar a formas simples y comunitarias de vida en armonía con la naturaleza.
Serge Latouche es un economista francés que impulsa la teoría del decrecimiento. Propone reducir la producción y el consumo para crear una sociedad sostenible, equitativa y libre del productivismo capitalista. Vincula el anarquismo con la crítica ecológica y económica.
Carlos Taibo es un politólogo español contemporáneo. Defiende el anarquismo pacifista, la autogestión, la simplicidad voluntaria y la democracia directa. Es uno de los principales divulgadores del decrecimiento y del pensamiento libertario actual en el ámbito hispano.
Benito Mussolini (1883–1945) fue el fundador del fascismo italiano. En su doctrina política, expresada en La doctrina del fascismo, defendió un Estado totalitario en el que individuo y sociedad estuvieran subordinados a la nación. Rechazaba el liberalismo, el marxismo y la democracia parlamentaria. Propuso una economía corporativa, donde patronos y obreros se organizaran bajo la dirección del Estado. Para Mussolini, la autoridad, la disciplina y la unidad nacional estaban por encima de la libertad individual.
Giovanni Gentile (1875–1944) fue el filósofo oficial del fascismo. Desarrolló el llamado “actualismo”, según el cual el Estado encarna la conciencia moral de la nación. Creía que la libertad individual solo tenía sentido dentro del Estado, lo que justificaba el totalitarismo. Gentile intentó darle una base intelectual al régimen de Mussolini.
Adolf Hitler (1889–1945) fue el líder del nacionalsocialismo alemán. En su obra Mein Kampf combinó el nacionalismo extremo, el racismo biológico y el antisemitismo. Consideraba que la historia era una lucha entre razas y que Alemania debía expandirse para garantizar su supervivencia. El nazismo convirtió el Estado en instrumento de dominación racial, eliminando la democracia, persiguiendo minorías y provocando la Segunda Guerra Mundial.
José Antonio Primo de Rivera (1903–1936) fue el fundador de la Falange Española. Su ideario, recogido en El pensamiento de José Antonio, mezclaba nacionalismo, sindicalismo y catolicismo. Defendía una “unidad de destino en lo universal” para España, rechazando tanto el liberalismo como el marxismo. Su pensamiento inspiró el falangismo, corriente autoritaria y social del franquismo.
Jacques Maritain (1882–1973) fue un filósofo francés neotomista que defendió una síntesis entre cristianismo y democracia. En su obra Humanismo integral propuso una sociedad inspirada en los valores del Evangelio, pero basada en la libertad, la dignidad y la justicia social. Criticó tanto el individualismo liberal como el colectivismo comunista. Su pensamiento inspiró a los partidos democristianos europeos tras la Segunda Guerra Mundial.
Konrad Adenauer (1876–1967) fue el primer canciller de la República Federal de Alemania y uno de los fundadores de la Unión Europea. Su política combinó el humanismo cristiano con la economía social de mercado, basada en la cooperación entre el Estado y la iniciativa privada. Defendió la reconciliación, la libertad religiosa y la unidad europea como valores cristianos.
Robert Schuman (1886–1963) fue político francés y uno de los padres de la integración europea. Creía que la paz y la prosperidad solo podían lograrse mediante la cooperación entre naciones basadas en principios cristianos de solidaridad y respeto a la persona. Su pensamiento dio origen al proyecto de la Unión Europea.
Murray Bookchin (1921–2006) fue el fundador del ecologismo social. Sostenía que la crisis ecológica no se debe solo a la tecnología, sino al sistema jerárquico y capitalista que domina la naturaleza y a los propios seres humanos. Propuso una sociedad descentralizada, ecológica y autogestionada mediante comunas libres.
Serge Latouche (1940– ) es un economista francés que propone la teoría del decrecimiento. Considera que el crecimiento económico infinito es incompatible con los límites del planeta y con una vida buena. Plantea reducir la producción y el consumo, vivir con sencillez y construir comunidades sostenibles.
Naomi Klein (1970– ) es una periodista y activista canadiense. En obras como No Logo y La doctrina del shock denuncia el poder de las corporaciones y los efectos destructivos del neoliberalismo sobre el medio ambiente y las personas. Defiende una transformación ecológica y social que ponga la vida por encima del lucro.
Greta Thunberg (2003– ), aunque no es filósofa, se ha convertido en símbolo contemporáneo del ecologismo político. Su activismo global ha reactivado el debate sobre la responsabilidad moral y política ante el cambio climático, inspirando movimientos juveniles por la justicia ambiental.